Por Itzel Chan
“Me pusieron una faja, en los dedos de los pies y en la lengua me conectaron como esos artefactos con los que le pasan corriente a los coches y comenzaron a subir al voltaje para que me diera toques”, declara Shantal Guerrero Romero, mujer trans que pasó tres días con los ojos vendados, con grilletes en los pies y esposas en las manos, mientras recibía golpes en los oídos, la cabeza y las costillas para declararse culpable del asesinato de Daniel, un crimen que no cometió en Yucatán.
Han pasado casi seis años y su caso sigue en impunidad, pues ni un funcionario fue cesado de su cargo y no hay investigaciones al respecto.
En Mérida, Shantal tiene su estética y ahí recibe a personas de todas las edades. Día a día trata de rehacer su vida después de la tortura vivida.