El regreso de los niños

Por: Andrea Velarde López


 

Después de mucho tiempo, los pasitos corriendo y las risas se escucharon en el Sur. Los niños regresaron al Reclusorio Sur el dieciséis de octubre. Aunque el regreso no fue definitivo tan solo un regalo inesperado para las personas privadas de la libertad. Su retorno trajo de vuelta la sensación de un fin de semana familiar, de un respiro en el parque.

Niños y adolescentes que no habían podido ver a sus padres desde la víspera de año nuevo. Los internos pudieron reencontrarse con hijos, sobrinos o nietos a quienes habían dejado de ver por casi un año. Pasaron cerca de doce meses donde no se podían poner al día con los acontecimientos cara a cara. Casi un año donde el teléfono era el puente que unía a un padre con su hijo.

Desde antes de la hora de entrada mujeres se formaron con sus niños cargando las bolsas donde llevaban un pedazo de hogar: la comida. Pequeños dando brincos de emoción, ayudando a cargar lo que podían.

— ¡Papi!— gritaron dos hermanas antes de correr hacia un hombre de beige.

El patio fue el protagonista del desarrollo de la reunión. Niños con sus padres, tíos o abuelos jugando con la pelota, a los congelados. Familias disfrutando de un reencuentro que no todos pudieron gozar. Hay hombres cuyo día  se ve marcado por la ausencia de hijos que el COVID-19 se llevó.

El final de la visita estuvo marcado por llanto y la esperanza de que el semáforo verde traiga consigo un retorno que sea permanente.

La pandemia hizo que la vida en familia se viera mermada . Se recortaron los días de visita. Se restringió  el número de visitas por interno.

Es cierto que la vacunación nos acercó a una aparente normalidad. En el parque ya se pueden ver grupos de personas celebrando un cumpleaños. En los centros comerciales ya se pueden ver familias tomadas de la mano. La nueva normalidad no ha tocado los centros de reinserción social. El tiempo para estar entre familia es limitado y se desvanece con rapidez. 

Si bien es cierto que ahora el número de personas que pueden visitar a un interno aumentó de uno a dos, no es suficiente. Dos días a la semana. Esposa, hijos y hermanos quieren entrar a la visita. 

El tiempo es un lujo que en los días de visitas no podemos desperdiciar. Llegamos y no pasamos ni un momento en silencio. Cada uno llega y vomita los acontecimientos de la semana. Alguien intenta opinar, pero no hay tiempo.  Los comentarios al final, por favor. 

Tengo que decirlo todo antes de que se me escape algo. Tengo que decirlo todo porque solo así siento que sigues siendo parte de mi vida. Tengo que decirlo todo porque así no hay traición. No te excluyo de afuera. No te excluyo de mi mundo.

La semana pasada empezó a correr un rumor entre los internos: han aumentado los días de visita. Sonaba demasiado bueno para ser cierto, pero claro que no lo cuestionamos. Detrás de esas paredes uno acepta cualquier buena noticia que surja. 

No lo cuestionamos, solo empezamos a planear nuestra nueva normalidad. Estábamos felices de tener más tiempo como familia. Felices de poder hablar permitiéndonos pausas. 

Aquí la palabra clave es: estábamos. Lo importante es el pasado, porque ya no estamos felices. Un día antes del inicio de nuestra nueva normalidad tuvimos otra noticia: no van a aumentar los días de visita. Fue una noticia falsa. El enojo y la frustración nos inundó. 

La nueva normalidad aún no nos alcanza. La pandemia nos roba tiempo. No podemos hacer nada más que esperar el día que tengamos más tiempo en familia.


Sobre la autora:

Andrea Velarde López es escritora creativa y  literata por la UCSJ. Fue pasante del programa de Sistema Penitenciario y Reinserción Social y también colabora en el blog Bajo Lupa de Documenta entre otros.

Contacto

instagram: andy_vel_Lopez 

Twitter: @AndyvelardeLpe1

 

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