Violencia obstétrica: tortura por ser madre
En los últimos 5 años, 1 de cada 3 mujeres de 15 a 49 años que tuvo un parto en México sufrió algún tipo de maltrato por parte de quienes las atendieron (ENDIREH, 2016). Según datos de Fundar, entre 2015 y 2018, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha emitido 50 recomendaciones a las instituciones de salud por violencia obstétrica.
La ginecobstetricia es de las especialidades que reciben mayor número de quejas, registrando en promedio entre 13 y 18% de todas las quejas presentadas anualmente entre 2007 y 2014 ante la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed). Estos datos nos indican que la violencia obstétrica no es un fenómeno menor ni aislado, sino al contrario una práctica recurrente, un modus operandi de las instituciones de salud públicas y privadas.
La violencia obstétrica se genera en los servicios de salud públicos o privados y consiste en cualquier acción u omisión por parte del personal de salud que cause daño físico o psicológico a la mujer durante el embarazo, parto y posparto. Puede expresarse en la falta o negación de acceso a servicios de salud reproductiva, en tratos crueles, inhumanos o degradantes por parte del personal de salud (médico y no médico), o en un abuso de medicalización. En el fondo, la violencia obstétrica se sustenta en una relación de poder desigual entre la mujer embarazada, que necesita atención para ella y su bebé, y la institución de salud que debe proveerle los servicios de salud, y en donde domina el modelo bio-médico de atención.
Así, la violencia obstétrica es una combinación de la violencia de género contra las mujeres y de la violencia institucional, y se caracteriza por la imposición de los conocimientos “especializados” como mecanismo de disciplinamiento por encima de los saberes ancestrales y la autonomía de decisión de las mujeres. A partir de esto se justifica la adopción de procedimientos rutinarios que no necesariamente tienen sustento en evidencia científica pero que sí pueden causar daño físico, humillaciones, comentarios y prácticas médicas innecesarios y degradantes para la dignidad e integridad de las mujeres (rasurado del pubis, tactos vaginales, episiotomías, privación de alimentos/agua, privación de acompañamiento, separación de madre-hijos al nacer). Y se justifica también que, en nombre de la “necesidad médica”, no se respete la autonomía reproductiva y la capacidad de decisión de las mujeres sobre sus cuerpos. Así se practican cesáreas innecesarias (la tasa de cesáreas en México ha aumentado de 50% entre 2000 y 2012, para llegar a un porcentaje de 45% en 2015, el triple de lo que recomienda la OMS), y esterilizaciones forzadas (30 casos documentados en Guerrero en 2018).
Como lo ha señalado la CNDH en su recomendación general sobre la violencia obstétrica, “una práctica que constituye violencia obstétrica y transgrede el derecho a la libertad y autonomía reproductiva es la esterilización forzada, la cual, en determinados contextos, puede ser considerada una violación a la prohibición absoluta de la tortura” (Recomendación 31/2017, p. 54). Por su parte, en su informe especial sobre México (2017), el ex relator especial de Naciones Unidas para la tortura, Juan Méndez, consideró que, en los servicios de salud reproductiva, los contextos de discriminación múltiple tienen potencial para que la violencia obstétrica constituya una forma de tortura.
Si queremos prevenir la violencia obstétrica, y en particular prevenir sus formas más graves como tortura, es indispensable prestar especial atención a las mujeres que menos privilegios tienen como las mujeres pertenecientes a pueblos y comunidades indígenas, mujeres afromexicanas, mujeres con VIH, con discapacidad, mujeres pobres, y transformar el modelo bio-médico hegemónico de atención de la salud reproductiva de las mujeres hacia un modelo que integre la pluralidad y la diversidad de las mujeres y de los conocimientos.
Texto de: Cécile Lachenal, Coordinadora del programa de Género, Derechos y Políticas Públicas de Fundar, Centro de Análisis e Investigación
Imagen de reconquista.com.ar
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